viernes, julio 28, 2006

Positivo.

¿Quién no tiene uno de esos días en los que necesita ser remolcado? Todos amanecemos de vez en cuando queriendo escondernos del mundo entre la seguridad de nuestras sábanas, aferrárdonos a nuestra almohada en un intento de no ser arrancados del mundo de paz que a veces Morfeo tiene en gracia proporcionarnos.

Independientemente de cuáles sean las inclinaciones políticas del pie con el que nos bajemos de la cama, seamos positivos. Nada va a mejorar por el mero hecho de pasear nuestro mal humor por la calle, antes bien... probablemente caigamos en una espiral de mosqueo y autonegativización porque nada sale como debiera ser. Quizás el momento en el que nos apetece lanzar un grito al cielo y arrancar una farola con la que repartir leches a diestro y siniestro es el perfecto para detenerse y respirar hondo, así podremos evadirnos del mundo durante una fracción de tiempo definida a gusto del consumidor y hacer un pequeño examen mental.

¿Por qué ir por el mundo con signo negativo? Así parece que lo único que se consigue es diezmar entusiasmo (nuestro o ajeno). Restamos, dividimos, cabreamos, entristecemos,...

Es difícil, lo sé, pero creo que merece la pena ahorrarse una úlcera y un puñado de pastillas antidepresivas con un ligero cambio de enfoque. A fin de cuentas, cuando se cierra una puerta... SIEMPRE se abre una ventana.


BTS

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ser optimista está muy bien, pero supongamos que lo que está medio lleno o medio vacío (según queramos ver) no es el famoso vaso, sino la piscina a la que pensamos arrojarnos de cabeza. Supongamos también que nuestras habilidades natatorias son escasas. ¿Qué riesgo es menor, ahogarse o romperse la crisma?

La vida es un continuo compromiso entre riesgos pero, en cualquier caso, una actitud negativa no es útil ni como casco ni como flotador, antes bien (como dices tú): sólo sirve para amargar ese breve lapso que transcurre hasta que, irremisiblemente, tocamos fondo.

8:42 p. m.  

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