miércoles, agosto 09, 2006

Una vez planté una bombilla.

Pero por mucho que regué no creció un tubo fluorescente ni una central eléctrica... ni siquiera una mísera lámpara de lectura. Esperaba que un día saliera un haz de luz entre los dos rosales que flanqueaban mi bombilla, pero ese momento nunca llegó.

¿Le faltó abono? ¿Le sobró agua? Una cosa es segura: yo esperé pacientemente durante mucho tiempo y un par de veces comprobé si un topo podría haberme robado mi curiosa semilla. Pero ni ésta desapareció ni se pudrió.

Consulté libros, foros, pregunté a expertos y nadie supo decirme qué estaba haciendo mal. Un tipo me sugirió que debía abonar la tierra con pilas alcalinas, pero la sonrisa socarrona delató un intento fallido de mofa. Me di media vuelta y, con un coro de carcajadas golpeándome la espalda, salí de la tienda.

Quizás deba plantarlas por parejas, para salvar la dificultad que supone abrirse camino entre la tierra en soledad. Puedo intentar ionizar la tierra clavándole una barra de metro y medio conectada a una batería de camión. Pero nunca desistir,... conseguiré arrancarle un rayo de luz a esta tierra ingrata aunque tenga que conectar la puta bombilla a la toma eléctrica del cobertizo.

BTS

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo, en cierta ocasión, quise fabricar una rosa.

Recorté unos pétalos de papel de un libro de poemas y los teñí de rojo sumergiéndolos en vino tinto. Como tallo elegí un cable eléctrico un poco grueso. Las hojas eran de tela; provenía de un vestido verde que había desechado mi madre.

La conecté a una pila de nueve voltios. Pero nunca llegó a oler a rosa. Todo lo más, a chamusquina.

11:25 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿Nunca has plantado un lápiz?

El carbón de la mina encuentra pronto a sus congéneres, a esos minerales que pueblan la tierra y que también son materia viva (simplemente, su reloj es un millón de veces más lento que el nuestro).

La madera acaba floreciendo, como la vara de Tannhauser. Le crecen hojas de papel y, si las miras de cerca, descubres que tienen letras. Contienen todas las frases que el lápiz pudo haber escrito. Cuando las palabras riman, lo que surge es una flor.

Sé de dónde hay un bosque entero nacido de lápices de colores. A los cien años, parecen árboles normales. Pero a mí no me engañan: cuando las agita el viento, sus ramas susurran versos de amor.

6:12 p. m.  

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