viernes, mayo 26, 2006

Odio a mi pie.

Un día me levanté de la cama y caí de bruces al suelo por culpa de este apéndice. Un cosquilleo me reveló que el muy holgazán aún no se había despertado. Ofuscado, me senté y le regañé. Aunque él no emitió réplica alguna. Su actitud denotaba pasotismo más que arrepentimiento.

Acto seguido, el muy canalla hizo la ola con los dedos como si desperezara, dándome a entender que él se había autodeclarado realidad nacional: la “República Independiente de los Países Bajos”. Antes de adoptar la postura de Nerón y hacer arder Roma (algo que me hubiera llevado a urgencias y después al psiquiátrico) decidí hacerle la guerra sucia.

Pese al solazo que imperaba en la calle, agarré mis calcetines más gordos y con la frase de “te vas a cagar” por bandera, introduje al desertor en su saco de castigo. Con una sonrisa de oreja a oreja, salí por la puerta de mi casa. Horas más tarde volví con la citada mueca totalmente desdibujada. Tenía la impresión de transportar una trucha en la zapatilla.

Liberé al reo cautivo, no sin antes abrir las ventanas de media casa, y él una vez más me mostró su cínico guiño de prepotencia. Reconoció haberlo pasado mal, pero se jactó de encontrarse en una situación dominante sobre mí. En ese momento fue cuando me dio a conocer sus exigencias para una relación pacífica. Tirar mis viejas deportivas y una sesión de masajes de vez en cuando fueron sus condiciones. Cumplir sus funciones, mi petición. Así, firmamos una tregua hasta el próximo desacuerdo. Pues nunca sabes cuándo puede estallar una rebelión.

BTS

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

jajaja

4:00 a. m.  

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